ROBOT... LUCIÓN



Comunicados de prensa

23-ago-2017

Robotlución: nueva publicación del BID sobre automatización del empleo y su impacto en la productividad

México y Brasil lideran en la región la incorporación de robots: entre 1 y 2 robots por cada 1000 obreros

¿La robotización destruirá, desplazará o creará nuevos empleos sustentables? ¿Puede el cambio tecnológico contribuir a disminuir la inequidad en la región? Esta son algunas de las preguntas que responden los 40 expertos internacionales que participaron en la elaboración de “Robotlución. El futuro del trabajo en la integración 4.0 de América Latina”. Una publicación que analiza el fenómeno de la automatización del empleo y su impacto en la matriz productiva y exportadora de la región.
La presentación del informe estuvo a cargo de Gustavo Beliz, Director del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del Sector de Integración y Comercio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), quien destacó la necesidad de impulsar un nuevo “contrato social tecnológico” en la región para aprovechar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías.
El Gerente del Sector de Integración y Comercio del BID, Antoni Estevadeordal, destacó la importancia de alinear las negociaciones comerciales con las nuevas demandas tecnológicas, de modo de potenciar la diversificación productiva de América Latina.
La presentación se realizó en la sede del INTAL en Buenos Aires Argentina en la que participaron: Jacques Bughin (Mckinsey Global Institute), Irmgard Nübler (Organización Internacional del Trabajo), Tang Jun (Zhejiang University), Lydia Harriss (UK Parliamentary Office of Science and Technology), Miguel Acevedo (Unión Industrial Argentina), Beatriz Nofal (Eco-Axis) y Eduardo Levy Yeyati (Universidad Torcuato Di Tella), entre otros expositores.
Entre los principales hallazgos destacan:
Afinar las métricas: es necesario construir mejores métricas para monitorear el impacto de la innovación en el empleo. Las diferencias en los cálculos actuales van desde un promedio de 5 por ciento hasta un 47 por ciento de riesgo de automatización según el método utilizado. Una evaluación de impacto implica también considerar la creación indirecta de nuevos empleos: cada empleo tecnológico genera 4,9 nuevos puestos de trabajo como efecto multiplicador.
Identificación granular: el análisis de la probabilidad de automatización del empleo difiere en cada país y sector. Para el sector agrícola en Uruguay el riesgo sube a 82 por ciento, siendo mayor para las personas con menor nivel educativo, los jóvenes (entre 15 y 30 años) y el género masculino. En Argentina, alcanza el 76 por ciento para el sector transporte.
Concentración: Suecia, Alemania, Japón y Corea del Sur son los países con más robots por obrero industrial (más de 2 por cada 100 obreros). En China la venta de robots creció 67 por ciento en los últimos dos años, casi el doble que el 34 por ciento del promedio global. En la región, México y Brasil lideran la incorporación de robots aunque aún lejos de los países más desarrollados (entre 1 y 2 robots por cada 1000 obreros).
Comercio 4.0: las exportaciones bilaterales en el sector automotriz crecen 2 por ciento por cada 10 por ciento de incremento en la dotación de robots a pesar de los incentivos a la relocalización de empresas. En tanto que la brecha tecnológica entre países que firman un acuerdo comercial con cláusulas de transferencia de tecnología puede reducirse hasta 15 por ciento.
Acerca del BID
El Banco Interamericano de Desarrollo tiene como misión mejorar vidas. Fundado en 1959, el BID es una de las principales fuentes de financiamiento a largo plazo para el desarrollo económico, social e institucional de América Latina y el Caribe. El BID también realiza proyectos de investigación de vanguardia y ofrece asesoría sobre políticas, asistencia técnica y capacitación a clientes públicos y privados en toda la región.

Cualquiera puede ser presidente del gobierno, Newsletter 136 Catenaria Gestión del Conocimiento

 
 
E D I C I Ó N - N ° 1 3 6 - J U L I O - 2 0 1 7
   
 
 
Cualquiera puede ser presidente del gobierno
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
 

 

2 semanas atrás, mientras caminaba por San Sebastián, me llamó la atención un cartel que explicaba la historia de Bea, una conductora de la empresa municipal de autobuses. En el anuncio, Bea contaba que sus padres se conocieron siendo conductores de autobús, su marido también lo es y ella tiene la esperanza de que sus hijos continúen la dinastía. Por muy romántico que sea el sueño de Bea, es muy poco probable que su estirpe de conductores continúe. Antes de lo que ella se imagina, los autobuses se conducirán solos, sin necesidad de intervención humana.

 

No conozco ningún joven que aspire a convertirse en conductor de autobús. Pero por poco atractiva que pueda parecer esa profesión, no cualquiera puede conducir autobuses. Necesitas demostrar una serie de conocimientos para que la sociedad te permita desempeñarte en ese trabajo y de lo contrario, te impide hacerlo. Tampoco cualquiera puede ser bombero, médico, arquitecto, juez, profesor o policía. Sin embargo, cualquiera puede ser presidente del gobierno. No se exigen conocimientos de ningún tipo, tan solo se requiere ser mayor de edad (en algunos casos se exige un mínimo de 35 años), nacional del país y no contar con antecedentes penales. ¿No les parece increíble que existan menos obstáculos para acceder a la presidencia de un gobierno que para conducir un vehículo? Si quieres sobrevivir en esta sociedad tan civilizada que hemos construido, es obligatorio acreditar tu conocimiento ¿cómo es posible que se nos haya olvidado ese requisito para la función con mayor responsabilidad en un país? ¿Será casualidad? No lo creo.

Tenemos muy presente que, para ejercer la mayoría de profesiones, estás obligado a demostrar, ante algún organismo oficial, que cuentas con los conocimientos suficientes para desempeñarte de forma adecuada. La justificación es obvia: si vas a tomar decisiones que pueden afectar gravemente a la vida, la salud o el patrimonio de otras personas, se necesita una garantía de que estás preparado para ejercer esa labor. Las consecuencias de no realizar esta verificación, y que personas sin preparación pudiesen desempeñarse en cualquier trabajo, serían funestas. Por eso, si aspiras a conducir un autobús, pilotar un avión, realizar cirugías, calcular estructuras, impartir justicia, etc., la sociedad tiene que comprobar tus conocimientos. Hasta aquí todo parece lógico. ¿Y cómo verificamos esos conocimientos? Hay básicamente 2 instancias: la comprobación que hace quien te contrata y la que hace quien te entrega el título.
Con motivo del curso sobre relevo generacional al que asistieron representantes de diversas regiones españolas, mantuve una reveladora reunión con los responsables del proceso de selección de funcionarios públicos de una comunidad autónoma. Fueron brutalmente honestos cuando afirmaron "Ni de broma seleccionamos a los mejores. Si pudiésemos hacer un experimento y contratar a un grupo de personas que superaron las pruebas de selección y a otro grupo de candidatos elegidos al azar, estamos seguros de no habría ninguna diferencia en su posterior desempeño laboral. Podríamos escogerlos por su peso o su altura y no cambiaría nada. Es urgente reinventar el proceso y las herramientas para la selección". Lo mismo ocurre en las empresas: realizan tests, entrevistas, y revisan antecedentes, pero no tienen cómo estar seguros de que las personas que van a contratar atesoran realmente los conocimientos que necesita la organización. ¿Y cómo evalúan las universidades que sus egresados cuentan con los conocimientos requeridos? Hace 4 años, abordamos el asunto de los malditos exámenes. Es obvio que necesitamos evaluar el aprendizaje, pero medir lo que una persona sabe hacer mediante exámenes orales o escritos es directamente una farsa. ¿Se imaginan que para obtener el carnet de conducir solo hiciese falta aprobar un examen teórico? No nos confundamos, a los profesores universitarios les interesa la investigación, no la docencia. El negocio de las universidades no es el aprendizaje, sino administrar el monopolio de la venta de títulos que dan acceso al mercado laboral, de otra manera no enseñarían como enseñan ni evaluarían tan ridículamente como evalúan. Pero el problema viene de mucho más atrás. Para adquirir cualquier conocimiento, necesitas aprender y para ello, los seres humanos nos inventamos un tortuoso sistema llamado educación. El intricado camino comienza con una primera etapa de 12 años de enseñanza obligatoria (ojo, la educación no es un derecho sino una obligación que el estado impone a sus ciudadanos que no pueden elegir permanecer ignorantes). ¿Y cómo evalúa el colegio? Realiza el mismo simulacro que la universidad. Todo el sistema educativo asume que para verificar si alguien sabe algo, basta con preguntarle y qué responda lo correcto. Perfectamente puedes aprobar un examen por pura casualidad (justo te preguntan lo único que estudiaste), suerte (acertaste las respuestas en el test de respuesta múltiple) o haciendo trampas e incluso sin entender lo que respondes, tan solo memorizándolo (este robot es capaz de aprobar las pruebas de acceso a la universidad sin tener conciencia alguna de lo que hace). El sistema educativo supone que sabes porque aprobaste un examen y se conforma con eso, no está dispuesto a hacer el esfuerzo de comprobarlo. Un equipo de futbol no te contrata suponiendo nada, necesita que lo demuestres. Lo mismo sucede si eres actor, debes realizar pruebas de casting para formar parte del elenco de una película. Por más que memorices todas las recetas del mundo, no lograrás que un restaurant te contrate como cocinero. La distancia de la teoría a la práctica es gigante. La misma paradoja que ocurre cuando un cura imparte consejos sobre el matrimonio o sobre como criar a los hijos. No es lo mismo ser hijo y tener padres que ser padre y tener hijos. Este intocable sistema educativo tiene falencias evidentes cuando la inmensa mayoría de adultos seríamos incapaces de aprobar ninguno de los exámenes que en su momento superamos en el colegio y la universidad.

¿Qué nos demuestra esta realidad? El poco valor que se ha venido dando al conocimiento. Valen más los títulos que la experiencia, tu curriculum que lo que de verdad sabes hacer, el envoltorio que el caramelo. Sin embargo, poco a poco las cosas van cambiando. En una sola semana del mes de junio, recibí 3 correos de organizaciones de distintos sectores de la economía, con la misma preocupación: la pérdida de conocimiento. Anticipan que sus mejores expertos están cerca de jubilarse y por tanto perderán un conocimiento valiosísimo y difícil de sustituir. Sin embargo, no tienen ninguna estrategia para evitarlo. También en el mundo educativo, empiezan a surgir iniciativas cuyo objetivo es asegurar que los alumnos aprenden a hacer cosas útiles para su futuro. Durante la revolución industrial, el capital era un recurso escaso. Hoy, en plena revolución del talento, sobra capital pero lo que falta es conocimiento.

¿Que conclusiones sacamos? La primera es que indudablemente, no tenemos a los mejores cerebros de nuestro país en los cargos públicos. ¿Podemos darnos el lujo de elegir autoridades que no saben inglés, que apenas conocen las tecnologías, que ignoran la complejidad del proceso educativo o que no han tenido experiencias en el mundo de la empresa y sin embargo manejan un volumen enorme de recursos y toman decisiones trascendentales para el futuro de un país y de sus ciudadanos? Cuando en 1981, EE. UU proclamó presidente a un actor, el resto del mundo lo consideró una broma estrafalaria. En 2017 ha vuelto a las andadas, pero la broma no tiene mucha gracia. ¿Como nos asegurarnos de atraer a los mejores talentos a los puestos de mayor responsabilidad de un país?

  1. Para acceder a cargos públicos, debe ser obligatorio dominar un cuerpo profundo y sólido de conocimientos, acordes a la magnitud del cargo. Para eso, tendremos que ponernos de acuerdo respecto de qué rasgos deben caracterizar a un político, qué deben saber y cómo asegurarnos que lo aprenden (y se actualizan permanentemente).
  2. La remuneración de un cargo público tiene que estar a la altura de la responsabilidad que conlleva. No parece coherente que miles de directivos y profesionales perciban retribuciones varias veces superiores a las del principal ejecutivo del país. El objetivo de acceder a la presidencia no es hacerse millonario, pero si queremos convocar a los mejores al ejercicio de un cargo tan demandante, es imperativo recompensarlos generosamente.

En su último libro titulado "Creando una sociedad del aprendizaje", el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz sostiene que "lo que verdaderamente separa a los países desarrollados de los menos desarrollados no es la brecha de recursos sino la brecha de conocimiento… Para entender cómo se desarrollan los países, es esencial saber cómo aprenden y se vuelven más productivos y qué puede hacer el gobierno para promover el aprendizaje". Mientras no consideremos el conocimiento (en un sentido amplio) como el eje alrededor del que construir nuestro futuro, seguiremos dando tumbos. Dado que los países necesitan liderazgos inteligentes, por nuestro propio bien necesitamos políticos profesionales. Pero cuando analizamos el nivel de los dirigentes políticos y cargos electos que padecemos (y este no es un fenómeno exclusivo de un país, región o continente, sino que es una epidemia mundial) comprobamos que realmente cualquiera llega a presidente del gobierno. Y sino que se lo pregunten a los millones de venezolanos que preferirían que Nicolas Maduro volviese a su antigua profesión de conductor de autobús.
Con la creciente eclosión de la inteligencia artificial y la automatización (de la que venimos hablando desde hace 3 años), podemos predecir que los autobuses autónomos están a la vuelta de la esquina. Debiésemos considerar seriamente sustituir a los políticos por robots. Seguro que nos ahorraríamos innumerables sinsabores y decepciones.

El 10 de agosto participaremos en el Foro anual de la industria 2017 "Pongámonos de acuerdo: Chile necesita crecer" organizado por Asimet, con la conferencia "Avanzar hacia un país más inteligente"
El 29 de agosto participaremos en el Foro "Más allá de la transformación digital" organizado por Level3, con la conferencia "El desafío de evolucionar en plena revolución digital".


 
 
 

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